Una heridita
Cuando pasan unos cuantos días, te vas acostumbrando a hacer todo eso de una manera alternativa, sin usar el pulgar. Acabas sorprendiéndote a ti mismo por cómo eres capaz de escribir con un bolígrafo sin tocarlo con el pulgar.
Llega un momento que te acostumbras a esa heridita y todas esas acciones antes incómodas las haces con toda tranquilidad. Tus dedos se contorsionan, pero ya te parece natural.
En tu organización tienes un montón de heriditas que te obligan a trabajar de manera ineficiente, pero ya te has acostumbrado; a una persona le tienes que mandar veinte correos para que te haga caso; con otra, tienes que perder tiempo en recopilar toda la información (innecesaria) que sabes que te va a pedir; otro quiere papeles; otro convertirá tu propuesta en una homilía sobre cómo arreglar la dirección, la empresa y el país.
Te has acostumbrado a todas esas heriditas y no te das cuenta de la improductividad que generan. Llevan tanto tiempo que ya te parecen normales.
Etiquetas: eficiencia, organización
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