Con el reactor de la central de Fukushima
todavía en peligro de fusión, la primera reacción que tenemos es pensar que la energía nuclear es demasiado peligrosa.
Pero tenemos que elegir un veneno si queremos seguir viviendo.
Ya sólo por vivir generamos desechos: espiramos CO2, expulsamos los restos de lo que comemos, fabricar nuestra ropa, criar animales y plantas para comérnoslos... todo ello genera basura: piensos, abonos...
Y la energía también. Parecerá más o menos limpia, pero en algún lugar se genera suciedad y venenos. Los coches producen partículas y miles de sustancias polucionantes. Los coches eléctricos no producen suciedad (si nos olvidamos de cómo se fabrican, incluidas las baterías, y a dónde van las baterías viejas). Pero la energía necesaria para moverlo ha generado suciedad (alguna central eléctrica, de carbón, gas, otro combustible) en otro lugar. No la vemos junto al coche, no la olemos, pero está en otro lado.
La energía nuclear genera mucho miedo, sí. Es muy peligrosa, cierto. Pero aunque la eliminásemos por completo seguiríamos rodeados de otros muchos venenos. Incluso aumentarían, por tener que quemar más combustible para tener energía. Ay, las personas percibimos mal el riesgo, y tendemos a no elegir las alternativas más razonables porque nos engaña nuestra intuición.
¿La energía solar y la eólica? Claro, limpias (si nos olvidamos de cómo se fabrica un panel solar o los materiales de las palas del aerogenerador). Vivamos sólo con ellas, sí. Si estas dispuesto a que cuando llegas a casa por la noche no sabes si podrás encender la televisión o tener calefacción, porque el día ha sido nublado y hace poco viento...
La única alternativa sin riesgos ni venenos sería no existir. Creo que esa no nos interesa.
Etiquetas: energía, nuclear, riesgos